Cine, cuna de soñadores

Bienvenidos cinéfilos, apasionados y soñadores a este modesto blog.
Espero que, al menos, les haga tener más sed de cine.

lunes, 6 de diciembre de 2010

La escafandra y la mariposa: somos pasión


Encerrado en la escafandra, en su propio cuerpo. Ansioso por vivir, por ser, por existir. Olvidémonos del “pienso, luego existo”; sí, pensamos, luego estamos aquí, presentes, latentes, pero no existimos si es únicamente con el pensamiento.
¿Qué hay de las acciones, consecuencias inmediatas de los deseos y los impulsos? Me parece imposible existir sin llevar a cabo todo aquello que me mueve por dentro; todas esas estupideces, sinsentidos, bondades y automatismos que escupimos desde lo más profundo día a día. El ansia por formar parte de este mundo caótico, castigado y castigador, cruel, pero que nos da todas las oportunidades para ser libres de practicar en su tablón de juego todo aquello que deseemos. Y sí, todo, con sus correspondientes consecuencias, nadie dijo que no, al contrario; son esas consecuencias las que nos hacen lamentarnos o alegrarnos de aquello que hicimos, la respuesta a nuestras acciones, las que nos obligan a ir aprendiendo una lección ilimitada, porque el ser humano, en su viaje por la vida, jamás deja de aprender. Somos el recipiente infinito de experiencias y saberes que, al tiempo que se va llenando, va derramándose a cada paso que damos, compartiendo sin verdadera intención.
Jean-Dominique Bauby supo lo que era vivir: amar, gozar, sufrir, arriesgarse, equivocarse, sentir.
Hemos podido ser él, hemos estado dentro, presos de esa pesada y estrecha escafandra. Ha sido durante muchos momentos angustioso, realmente agobiante, pero también hemos notado las frescas caricias de la brisa frente al faro uniformado de blanco y rojo. Nos han bañado manos extrañas, nos han considerado un ser inanimado y sin vida. Nos han obligado a guiñar el ojo izquierdo tantas veces que hemos llegado a asimilarlo como única forma de ser. ¿Y cómo ser si no mostramos lo que llevamos dentro? ¿Cómo lo mostramos si no es comunicándonos? ¿Cómo comunicarnos si carecemos de lo que nos parece algo tan simple e intrínseco a la existencia como el habla, la capacidad de escribir, de gesticular, cualquier recurso que solemos utilizar para expresarnos, para ser?
¿Qué somos, si no lo que nos mueve por dentro? Las inquietudes, los deseos, los impulsos, los sentimientos, la pasión. Si nos llenan por dentro y somos incapaces de llevarlos a cabo, de darles salida ¿qué somos? Un cúmulo de vida en ebullición que acaba por enquistarse e infectarnos de tristeza y frustración.
Nuestro hombre sólo tenía un método, una sola herramienta para ser: el parpadeo de su ojo izquierdo. Una ventana angosta aunque profunda que nos lleva a un universo único y especial, la naturaleza de una persona, su ser, su mundo interior. Una grieta llena de luz y oscuridad, de movimiento, de decepción, miedo y desesperación, pero a la vez de ilusión, de espectante curiosidad y esperanza. Una guarida sin fondo ni límites capaz de soñar con besos que saben a ostras, con levantarse de un amasijo de metal y ruedas para fundirse con los cálidos labios de una dama de la realeza francesa.
Se encontraba encerrado, cautivo, pero su imaginación volaba como la mariposa, tan real, bella y efímera, dejándonos ver la colorida fosa que había dentro de la escafandra, inerte, húmeda, rígida y rebosante de agitada vida.

Bauby, se convirtió en mero espectador de la vida, observador de una película macabra y absurda que se le antojaba una pesadilla demasiado real, de esas que te invaden a causa de una mala digestión a la hora de la siesta. Desgraciadamente no era ningún mal sueño, era lo que le esperaba como forma de vida tras sufrir una embolia masiva y que le dejaría cautivo de su propia piel. "Usted padece de lo que llamamos síndrome de cautiverio", le dijeron con mucho tacto, eso sí, pero como quien diagnostica unas anginas, sin imaginar ni por asomo lo que conllevaba: la reducción de la existencia propia a unas tristes migajas del pastel, la reclusión a una butaca coja y estrecha de un teatro con los días contados.
Sin embargo, lo más fascinante de esta cinta es que, a pesar del telón de fondo indiscutiblemente trágico, se trata de un absoluto canto a la vida. Nos dice a gritos lo bello que es vivir y lo hace a través de los sueños y recuerdos de este hombre magnífico. Puede resultar típica esta reflexión pero no le falta autenticidad: vivamos todo lo que podamos porque nunca se sabe hasta cuándo disfrutaremos de ese privilegio. Que el miedo no nos paralice, que no nos corte las alas. Lamentemos aquello que no hicimos y no a lo que sí nos atrevimos aunque el resultado fuera catastrófico. Al menos, lo intentamos. Eliminemos de nuestro repertorio ese tortuoso "¿qué hubiera pasado si...?" y comprobémoslo. Cerciorémonos aunque hagamos el ridículo más espantoso, aunque nos busquemos enemigos, aunque pasemos una semana lamentándolo. Pesa más la pena de perder una oportunidad que la de haberla aprovechado aunque el resultado no fuera el que esperábamos, de eso estoy segura. Porque la mayoría de oportunidades aprovechadas darán un furto maravilloso, puro caramelo.

Gracias Julian Schnabel por este regalo para los sentidos, la imaginación, la conciencia y el alma. Gracias de veras.

-La escafandra y la mariposa. Julian Schnabel-

domingo, 25 de abril de 2010

De diosas y machos excepcionales


¿Cómo una persona es capaz de imginar una historia así? ¿Cómo es posible que un hombre tenga tanta sensibilidad y esa conciencia de las cosas? ¿Cómo has sido capaz de inventar a una diosa en esta época, cuna de todas las mujeres fuertes y madre de los hombres buenos?
Sólo él podía conseguir hacerme sentir ese instinto maternal que se supone traemos las mujeres adherido a nuestro ser y que yo no percibo, dando incluso gracias por no tener que renunciar a mi propia libertad para tener hijos. Pero he comprendido la responsabilidad que tenemos las mujeres de traer al mundo hombres buenos de verdad y mujeres fuertes,de regenerar el mundo, dándole vida nueva, ya que sólo nosotras podemos. Aunque creo que de sentir el instinto a querer desarrollarlo hay un larguísimo camino que no sé si llegaré e recorrer. Sin embargo ha llegado a agradarme un pensamiento, uno muy cálido, el de tener a mi hijo en brazos, creo que incluso he imaginado cómo olía.
Las mujeres de Médem traen al mundo hombres buenos pero resulta que también los hombres crían a mujeres buenas como es el caso de Ana y su bestia parda de padre. Y resulta que precisamente la madre universal y diosa que es Ana no supo lo que era tener una madre y fue su monstruo de padre quien se encargó de transmitirle todo lo que había en él. Ese es el verdadero padre, quien pone todas las herramientas en un hijo y luego le deja utilizarlas en la vida, el que no sobreprotege, el que no acapara, el que verdaderamente está criando a una persona preparada para la vida.
Adoro la relación que Ana tiene con su padre, el buen padre por excelencia, llena de confianza y cariño y exenta de pudores de género. Ella le tiene presente en cada momento, es el cimiento que la sostiene y el punto al que ella regresa cuando se pierde; su punto de referencia en el mapa y su lugar seguro. Una bestia parda de hombre, sin duda. Me encanta el momento en que Anglo la está hipnotizando e indica a Ana que está en su cueva completamente sola pero Claus, su padre, está escondido allí, le hace un gesto cómplice para que no diga nada, para que sepa que está con ella, que no debe tener miedo. Ella no puede evitar sonreir en ese momento.

¿Cómo pudiste imaginar que una mujer fuera la cuna, el templo de todas las mujeres fuertes y buenas que perecieron a manos de hombres cobardes y débiles? Hombres que no podían luchar de otra manera que no fuera la de la fuerza bruta porque no existe otra de acabar con una gran mujer.
Qué forma tan bella de engrandecer la figura de la mujer, hasta posicionarla en lo alto de un templo griego, como la diosa definitiva, transmisora de la cultura de un pueblo, de su historia. Nos coloca en el cargo de creadoras de vida, las madres del mundo y de la humanidad, de la existencia humana. Es una grandísima responsabilidad que casi nunca tenemos presente. Ahora comprendo que no se pueden traer hijos al mundo a la ligera, debemos estar preparados y seguros de que somos dignos de darles todo lo que tenemos dentro y que ese contenido merece ser regalado. Por ello, creo que tenemos que absorber cada experiencia y aprendizaje con el fin de crear un legado rico para nuestros hijos, si se da el caso de poder o tener que transmitirlo. Un legado de cultura, de sentimientos, de socialización, de educación y de historia.
Ana es caótica, en ella se producen millones de contradicciones y sinsentidos, pero la magia aparece en el momento en que ese caos cobra equilibrio dentro de ella. Conviven la armonía y e caos aunque muchas veces exploten sus conflictos interiores clavando metralla en su alma.
A Ana no le gustaba estudiar historia cuando ella misma era el mayor recipiente de historia que podía existir. Ana no tenía madre, cuando ella misma era la madre por exelencia, la madre de los hijos que construirán un futuro para sus propios hijos. Ana nunca soñaba dormida, cuando en realidad guardaba en su interior y sin ella saberlo las vidas de todas las grandes mujeres que atemorizaron a los hombres por esa misma grandeza. Ana fue a enamorarse del hijo que una vez tuvo una de las mujeres que era ella. Y él no pudo soportar que su madre viviera en el interior de Ana, a él que le habían arrancado de los brazos de su madre y que por ello tanto sufría. No pudo volver a hacer el amor con ella ni siquiera permanecer cerca. Ana no pensaba tener hijos, quería vivir la vida para ella misma, cuando estaba siendo la madre por antonomasia, la madre universal. Ana tuvo miles de vidas y miles de muertes, vivió miles de veces, en mil mujeres diferentes y sufrió en sus carnes la muerte mil veces. Por todo esto Ana es caótica, un templo de armonía y desastre, de desorden ordenado.

Seguramente habrás estado rodeado de mujeres excepcionales en tu vida porque han dado al mundo al verdadero macho excepcional, que eres tú, Julio.

-Caótica Ana. Julio Médem-

jueves, 15 de abril de 2010

Maqueta de un mundo ciego


Llena de frentes abiertos, esta es una película que se te agarra por dentro, se enraiza en el interior dando un fuerte golpe y no te deja pensar en otra cosa durante días.
"A ciegas" es una muñeca rusa. Su trama se va descubriendo muy poco a poco, de lo general a lo particular y sin dejar al espectador ninguna oportunidad de anticiparse a los acontecimientos, que van cayendo como jarras de agua fría. El comienzo en sí de la película lo es, un gran jarrón de agua congelada que nos deja helados, ansiosos por saber y desarmados antes la situación que nos plantea. Un hombre aparentemente normal, de buen aspecto y posición económica y social, se queda ciego mientras espera un semáforo en rojo dentro de su coche de alta gama; sin una enfermedad previa, una embolia que lo justifique, nada, simplemente se queda ciego pero su cegera no es en negro sino todo lo contrario, es una invasión de luz lo que cubre sus ojos, un inmenso y luminoso manto blanco.
A partir de aquí, nuestra imaginación intenta volar pero el desconcierto que supone un hecho tan inusual y falto de lógica nos deja totalmente bloqueados, incapaces de encontrar una explicación más o menos coherente. Pero con el trascurso de la cinta se van destapando nuevos elementos, y conduciéndonos por esta historia fascinante.
Este es el momento perfecto para dejar de leer si no quieren sufrir un completo destripado de la trama, si es que aun no la han visto. Por otro lado, no iban a entender mucho.
A lo largo de la peícula descubriremos un retorcido compendio de las principales situaciones que definen el mundo actual, aquellas que parecen haber configurado las sociedades que han llegado a ser lo que hoy conocemos, ya mucho más transformadas y evolucionadas, y algo más pulidas, aunque no mucho más.
Los personajes son las piezas decisivas de esta trama. En realidad no son los acontecimientos los que van dibujando la historia sino el comportamiento que van adoptando los personajes. Sólo hay un suceso que condicionará el devenir de los hechos y que dejará a muchas personas a su suerte, dependiendo de ellos mismos en todo momento: la progresiva ceguera de la población. Por lo que, es una historia construida a partir de las conductas que adoptan los protagonistas ante sus circunstancias y, por supuesto, las acciones que realizan.

El personaje claramente decisivo es el de Julianne Moore aunque hay momentos en los que querríamos matarla. Ella es la única persona que no cae en el mar luminoso que lo inunda todo. Ella tiene el verdadero poder, es la única vidente pero le falta la fuerza y el valor que otros en clara desventaja sí tienen. De ella dependen todos los demás, todos aquellos que deciden permanecer cerca de ella o que por azar han coincidido en su entorno. Ella es su luz, mejor dicho su escala de colores y grises, su enfoque, porque lo que les anula la visión es una intensa luz cegadora. El personaje de Julianne Moore se encarga de ser los ojos que guían y la mano que conduce en todo momento al resto. La responsabilidad que cae sobre sus hombros es muy pesada, eso es indudable, pero no parece ser consciente del poder que tiene al ser la única que puede ver dentro de ese campo de concentración donde sus habitantes serán sus propios inquisidores.
Un detalle muy importante es que esta cegera luminosa es contagiosa, se va transmitiendo de un individuo a otro, pero no se da ninguna explicación de por qué se produce. No llegaremos a saber si se da por contacto físico, por el aire, por motivos extraterrestres o divinos, porque no parece ser un elemento determinante en la trama. Lo realmente importante es la observación del comportamiento humano ante una crisis de esta magnitud, el cuestionamiento de qué pasaría si al ser humano se le suprime de repente algo tan simple y a la vez tan necesario como el sentido de la vista. El hecho de que se produzca progresivamente en la población, de que no les pase a todos a la vez, nos hará ver cómo los que aun permanecen videntes se creerán con el derecho y la responsabilidad de relegar a los ciegos a prisiones "preventivas" y quedar en una cuarentena absurda, dejados de la mano de Dios. Un auténtico caso de creación de campos de concentración al más puro estilo nazi.
¿No nos recuerda esto a algo? ¿No apesta a algo conocido? Pues sí, huele a podrido, huele a Guantánamo, a los sistemas penitenciarios, a métodos "antiterroristas", a nuestra actulidad internacional. Es decir, esta película, basada en el "Ensayo sobre la ceguera" de Saramago, ¿no nos estará intentando decir que esto se está produciendo en todo el mundo todavía? ¿No nos estará poniendo todos los ingredientes del comportamiento humano para demostrar que esto sigue pasando con total normalidad? Estamos ante un mapa del mundo a pequeña escala, una maqueta con las circustancias que definen al mundo actualmente:
-Es muy curioso cómo, según el tipo de persona, se opta por crear o motivar la democracia o, por el contrario, la dictadura. Y cómo, lamentablemente, estos últimos resultan ser los más fuertes de esa pequeña sociedad, los más decididos y más carismáticos y, por supuesto, a costa de los derechos fundamentales del resto con el de la libertad a la cabeza.
-En situaciones de crisis siempre hay alguien que saca un gran provecho. Surgen las mafias, la violencia, la vulneración de los derechos fundamentales y, por supuesto, siempre hay intereses materiales de por medio.
-Las mujeres siguen siendo moneda de cambio en muchísimas ocasiones. Siempre llega el momento en que se las deja de ver como personas para inspirar pensamientos mucho menos dignos hacia ellas. Y siempre habrá quien aproveche esa demanda para generar una oferta, como si estuviéramos hablando del mercado de valores. ¿Cambian comida por mujeres? Pues las tengo morenas, rubias, jóvenes, maduritas, pelo largo, rizado, corto...Ustedes dirán. Esa parte me hizo sentir fatal, me di cuenta del ínfimo valor que podemos llegar a tener para muchos y, por qué no decirlo, tuve miedo.
-Podemos comprobar la imbecilidad de los poderosos; borran a los que quieren saber, a los que se cuestionan las cosas, situados en la posición más desfavorecida. Más que ser imbéciles, lo que les pasa es que están muertos de miedo y su egoísmo nos les deja calibrar soluciones coherentes que saquen de la crisis a todo el mundo. No razonan, actúan con cortafuegos, seccionando por la zona sana cuando puede que la infección tenga fácil curación. En este caso, la solución es el aislamiento y si la ocasión lo requiere, el asesinato.
-El acceso al poder no requiere inteligencia y sentido común sino carisma. Vemos cómo una persona puede tener todo a su favor, la inteligencia, las mejores herramientas y recursos, ser el perfecto líder por sus cualidades. Pero si le falta carisma, valor, decisión y carácter, entonces no le servirán de nada sus grandes cualidades porque llegará alguien intelectualmente inferior, sin recursos dialécticos, menos resolutivo pero con el gran factor a su favor de la seguridad en sí mismo, del carisma. Esta persona aprovechará la mínima oportunidad para ascender sobre los demás, para adquirir más poder y si puede, llegar a ser líder.
-Se nos enseña que cada persona es un mundo. La capacidad de aguante y de adaptación a las nuevas situaciones no es en ningún momento igual en todos. La supervivencia depende de una mezcla entre esa capacidad de adaptación y agallas en los momentos cruciales.
-Hay personas que, sin querer, se ven beneficiadas de ciertas situaciones crítcas, personas que ya se encontraban en desigualdad de condiciones. En "A ciegas" hablamos de los que eran ya ciegos. Ellos son aventajados ante los demás porque ya han superado su proceso de adaptación a la ceguera y han apredido a ver de otras formas. El resto es una manada torpe y desorientada.

El gran momento aparece cuando Julianne Moore saca coraje de donde no lo tiene y acaba con el autoproclamado jefe, mucho menos aventajado intelectualmente que ella, desencadenando una fugaz guerra. Será el preludio para la libertad.
Debo romper una lanza en favor del personaje de Moore. Dejó que las mujeres fueran vejadas, esperó demasiado para actuar, permitió que su marido fuera humillado, aguantó continuos abusos teniendo ella el mayor poder de todos. Pero creo que no eliminó a la amenaza mucho antes porque no quería perder la poca humanidad que le quedaba. Estaban confinados como bestias, en condiciones insalubres, tenían que pelear por la comida, las hembras eran prácticamente montadas por los machos; sólo le faltaba matar a una persona para sentirse completamente un animal.

Saramago nos resume el funcionamiento del mundo un su ensayo y Fernando Meirelles hace lo mismo con su película. Es una magnífica síntesis de la formación de las sociedades a partir de la actitud y comportamiento humanos más primarios; el afan de supervivencia para empezar y tras esto, el de supremacía ante los demás individuos.

-A ciegas. Fernando Meirelles-

jueves, 25 de marzo de 2010

Problemas gordos


Me encanta que las películas me den sorpresas, que resuten ser algo muy diferente a lo que yo esperaba. Supongo que es por eso que dejo de leer un argumento cuando lo intuyo demasiado revelador. "Gordos" ha sido una de esas películas que me ha regalado una grata sorpresa. Puede que sea por el título o por la imagen de cartelera pero me había creado una ilusión equivocada de lo que iba a ser realmente. Lo bueno es que mi propia ilusión dejaba mucho que desear comparada con lo que finalmente era la película. Qué alegría pensar que se trataba de una historia tirando a cómica y de resolución facilona y que luego no fueran por ahí los tiros. Nunca hay que fiarse del envoltorio.

Tanto la "simpática" cartelera como su título evidente son sólo la punta de un iceberg muy complicado, lleno de preocupaciones. Esto mismo se extrapola a la trama de la obra de Daniel Sánchez Arévalo. Estos personajes no son gordos y ya está, no son simples glotones de frágil voluntad para resistirse a un poco de chocolate. El sobrepeso no es el motivo de sus problemas, más bien todo lo contrario, es el síntoma de un gran desajuste interior, la voz de alarma.

Comer es sólo una forma inmediata de canalizar la preocupación, la culpa, la intranquilidad y la infelicidad. Pero todo se refleja en nosotros mismos, rezuma por cada poro de nuestra piel y, en este caso, es el despiadado espejo quien se encarga de escupirnos a la cara que nada va bien. Aquello que intentan esconder los de "Gorgos", tanto los que lo son como los que no, aflora en forma de carga mental y física y de gritos desesperados:
Gordo nº 1. Que nos acepten tal y como somos porque es lo que hay, no hay nada más. Eso no quiere decir que no nos esforcemos para ser mejores y que a veces incluso nos salgamos de nuestra personalidad para adoptar otras. Así es la raza humana, necesitamos ser aceptados primero, y después, admirados, añorados, pero sobre todas las cosas, amados.
Gordo nº 2. Tendrás que superar tus miedos y complejos para no proyectarlos en mí y hacerme creer que tengo la culpa. Eres un cobarde y no tengo por qué soportar tu carga y la mía.
Gordo nº 3. No cambiaré por absurdos motivos. No me utilices como plataforma para elevarte o engrandecerte porque eso supone que yo estoy quedando por debajo, que me haces daño y lo acabo pagando conmigo mismo.
Gordo nº 4. Intenta ser lo más coherente que puedas con tus propias palabras y consejos porque de nada sirve que adoctrines a los demás en algo que a tí mismo te cuesta la vida llevar a cabo.
Gordo nº 5. Si has dejado de quererme y desearme al mínimo defecto que me detectas, es que no me amabas a mí sino a la ilusión de lo que para tí suponía yo, a la propia construcción que hiciste un día de mí. Y duele porque entiendo que no te parecí suficiente.
Gordo nº 6. Debería ser un término medio de mí mismo, alguien que ni intenta ser otra persona, la idea de perfección que en mi cabeza se ha dibujado, ni abandonarme por completo a la corriente debastadora del trascurso de las cosas.
Gordo nº 7. Es muy difícil mantener visible el límite que hay entre el amor y la entrega a alguien, y la total dependecia hacia ella. Hay que tener mucho cuidado porque siempre llega el momento en el que nos damos cuenta de que ya no somos nadie sin la otra persona y las reacciones pueden resultar funestas para el corazón; desde autodestructivas hasta desoladoras para esa otra parte, pero sobre todo, lo primero.
Gordo nº 8. La culpa es un lastre demasiado pesado, cuanto antes lo suelte, mejor.
Por si no hubiera sido suficiente con la cuidada historia, que no es el caso, ésta viene acompañada de una banda sonora mágica que hace las veces de puñal, abriendo en nuestro estómago una profunda grieta por la que se cuela ese coctail viscoso de sentimientos.

Si algo he sacado en claro de esta extraordinaria cinta es que la persona que soy es la que voy a ser hasta el último minuto de mi vida, por lo que mejor será que la cuide, la quiera y pueda respetarla.


-Gordos. Daniel Sánchez Arévalo-

jueves, 18 de marzo de 2010

La calle de los marqueses


Sólo al escuchar el susurro del acordeón me doy cuenta de lo especial, de la esencia de esta calle. Siempre he pensado que Larios hay que andarla por el centro para no perderme ni un detalle de lo que allí se cuece. Hay que recorrerla por el centro para sentir su personalidad y comprender lo que realmente es y tanto se empeña en disimular, un punto de encuentro entre personas. Hay que fijarse en ellas, en la variedad infinita de espíritus que componen ese microcosmos. Adinerados y carentes, viejos y nuevos, payasos, monstruos mitológicos, princesas, gente que busca ayuda, para sí mismos y para los demás, personas felices e infelices, inconscientes, quienes aparentemente no tienen nada que ver unos con otros.Es en este pequeño ecosistema donde se comprende la inmensidad y la realidad que nos rodea a diario y que parece pasar desapercibida a los ojos de la mayoría, aunque poco a poco nos va marcando.Nunca se recorre este tramo del mundo de igual forma. A veces ignoramos la belleza que hay en Larios por culpa de preocupaciones inútiles o pasajeras mientras ella nos observa ofendida por nuestra soberbia y nuestra prisa. Y ya lo dijeron hace mucho tiempo, la prisa mata; mata la ilusión, el disfrute de un instante, de una brisa templada, de una canción, porque nos hace ignorarlo y perdernos algo que no se volverá a repetir, no de igual forma. Hay que abrir los sentidos y estar en todo momento receptivos. Si no queremos ser víctimas de lo superficial debemos estar atentos a esos regalos que contienen la sensación efímera de plena felicidad. Sólo dura unos segundos y no hay que cometer la estupidez de dejarlos escapar, no sólo en Larios sino en cada espacio que recorramos en nuestra vida.

El mundo Babel


A veces pierdo la fé en el mundo. Supongo que me ha dado por reflexionar sobre esto porque he visto la película "Babel". Es tremenda, todas las de González Iñárritu lo son. Sus historias me dejan con una especie de virus dentro que va recorriendo mi cabeza y me hace pensar que en este mundo tan individualista, egoista y desarraigado hay una conexión para todos nosotros. Me hace creer que, de alguna manera, estamos todos conectados entre nosotros, lo que resulta una expresión muy adecuada para estos tiempos.
Es algo así como el efecto mariposa, todo aquello que yo haga afectará a cualquier persona, la más remota; no, de hecho influirá al mundo entero. Cada acción mía desencadenará una serie de acontecimientos y circunstancias que harán cambiar el curso de todo el universo. Esto ocurre con cada acción de cada persona, animal, fenómeno natural, etc.

Es increíble cómo sin darnos cuenta somos, cada uno de nosotros, decisivos en este mundo y ni siquiera nos lo planteamos. Aunque puede resultar abrumadora la gran responsabilidad que supone formar parte importante en el trascurso de la vida de un planeta (que no es poco), al final queda una sensación reconfortante al ser conscientes de que contamos en el mundo, en esta inmensa red humana.
Y es por esto que recupero la ilusión con lo que puede depararnos la vida, las próximas conexiones que estableceremos y los giros que darán nuestras circunstancias. Resulta emocionante.


--Babel. Alejandro González Iñárritu-