Cine, cuna de soñadores

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domingo, 25 de abril de 2010

De diosas y machos excepcionales


¿Cómo una persona es capaz de imginar una historia así? ¿Cómo es posible que un hombre tenga tanta sensibilidad y esa conciencia de las cosas? ¿Cómo has sido capaz de inventar a una diosa en esta época, cuna de todas las mujeres fuertes y madre de los hombres buenos?
Sólo él podía conseguir hacerme sentir ese instinto maternal que se supone traemos las mujeres adherido a nuestro ser y que yo no percibo, dando incluso gracias por no tener que renunciar a mi propia libertad para tener hijos. Pero he comprendido la responsabilidad que tenemos las mujeres de traer al mundo hombres buenos de verdad y mujeres fuertes,de regenerar el mundo, dándole vida nueva, ya que sólo nosotras podemos. Aunque creo que de sentir el instinto a querer desarrollarlo hay un larguísimo camino que no sé si llegaré e recorrer. Sin embargo ha llegado a agradarme un pensamiento, uno muy cálido, el de tener a mi hijo en brazos, creo que incluso he imaginado cómo olía.
Las mujeres de Médem traen al mundo hombres buenos pero resulta que también los hombres crían a mujeres buenas como es el caso de Ana y su bestia parda de padre. Y resulta que precisamente la madre universal y diosa que es Ana no supo lo que era tener una madre y fue su monstruo de padre quien se encargó de transmitirle todo lo que había en él. Ese es el verdadero padre, quien pone todas las herramientas en un hijo y luego le deja utilizarlas en la vida, el que no sobreprotege, el que no acapara, el que verdaderamente está criando a una persona preparada para la vida.
Adoro la relación que Ana tiene con su padre, el buen padre por excelencia, llena de confianza y cariño y exenta de pudores de género. Ella le tiene presente en cada momento, es el cimiento que la sostiene y el punto al que ella regresa cuando se pierde; su punto de referencia en el mapa y su lugar seguro. Una bestia parda de hombre, sin duda. Me encanta el momento en que Anglo la está hipnotizando e indica a Ana que está en su cueva completamente sola pero Claus, su padre, está escondido allí, le hace un gesto cómplice para que no diga nada, para que sepa que está con ella, que no debe tener miedo. Ella no puede evitar sonreir en ese momento.

¿Cómo pudiste imaginar que una mujer fuera la cuna, el templo de todas las mujeres fuertes y buenas que perecieron a manos de hombres cobardes y débiles? Hombres que no podían luchar de otra manera que no fuera la de la fuerza bruta porque no existe otra de acabar con una gran mujer.
Qué forma tan bella de engrandecer la figura de la mujer, hasta posicionarla en lo alto de un templo griego, como la diosa definitiva, transmisora de la cultura de un pueblo, de su historia. Nos coloca en el cargo de creadoras de vida, las madres del mundo y de la humanidad, de la existencia humana. Es una grandísima responsabilidad que casi nunca tenemos presente. Ahora comprendo que no se pueden traer hijos al mundo a la ligera, debemos estar preparados y seguros de que somos dignos de darles todo lo que tenemos dentro y que ese contenido merece ser regalado. Por ello, creo que tenemos que absorber cada experiencia y aprendizaje con el fin de crear un legado rico para nuestros hijos, si se da el caso de poder o tener que transmitirlo. Un legado de cultura, de sentimientos, de socialización, de educación y de historia.
Ana es caótica, en ella se producen millones de contradicciones y sinsentidos, pero la magia aparece en el momento en que ese caos cobra equilibrio dentro de ella. Conviven la armonía y e caos aunque muchas veces exploten sus conflictos interiores clavando metralla en su alma.
A Ana no le gustaba estudiar historia cuando ella misma era el mayor recipiente de historia que podía existir. Ana no tenía madre, cuando ella misma era la madre por exelencia, la madre de los hijos que construirán un futuro para sus propios hijos. Ana nunca soñaba dormida, cuando en realidad guardaba en su interior y sin ella saberlo las vidas de todas las grandes mujeres que atemorizaron a los hombres por esa misma grandeza. Ana fue a enamorarse del hijo que una vez tuvo una de las mujeres que era ella. Y él no pudo soportar que su madre viviera en el interior de Ana, a él que le habían arrancado de los brazos de su madre y que por ello tanto sufría. No pudo volver a hacer el amor con ella ni siquiera permanecer cerca. Ana no pensaba tener hijos, quería vivir la vida para ella misma, cuando estaba siendo la madre por antonomasia, la madre universal. Ana tuvo miles de vidas y miles de muertes, vivió miles de veces, en mil mujeres diferentes y sufrió en sus carnes la muerte mil veces. Por todo esto Ana es caótica, un templo de armonía y desastre, de desorden ordenado.

Seguramente habrás estado rodeado de mujeres excepcionales en tu vida porque han dado al mundo al verdadero macho excepcional, que eres tú, Julio.

-Caótica Ana. Julio Médem-

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