Tengo que decir, antes que nada, que esta película contiene una de las escenas más tristes que yo haya visto. Todos los que hayan ido a ver "La vie d'Adèle" sabrán a cuál me refiero.
Asusta lo fácilmente que puede arruinarse una historia de amor sincera, natural y apasionada. Una pizca de egoísmo, un poco de incertidumbre, puñados de inseguridad et voilá, nunca jamás volverá a ser lo mismo. Debo quedarme con el llanto desesperado de Adèle y su melancólica expresión de incredulidad al ser increpada con dureza por su Emma. La dolida Emma. Pobrecitas las dos. Qué fácil es hacer daño.
Un amor tan prometedor, tan bonito, tan infrecuente, aunque expuesto, como todos, a los peligros de la rutina, de las miserias personales de cada uno y a las peores frustraciones. Ayer vi este regalo para los sentidos que Abdellatif Kechiche nos ha hecho a los demás y desde entonces, no me siento la misma. Por saber que existe una criatura tan inintencionadamente encandiladora como Adèle sobre el mismo planeta en el que yo vivo; por ayudarme a comprender un poco mejor la manera de amarse de dos mujeres así como a olvidarme de ciertas etiquetas que no hacen justicia sino todo lo contrario; y por sacudirme por dentro como lo ha hecho.
El azul es el color más frío aunque puede ser el más cálido. Pero, sin duda, es en este momento, el que más duele.
-La vie d'Adèle. Chapitre 1 & 2. Abdellatif Kechiche-
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