Cine, cuna de soñadores

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jueves, 14 de abril de 2011

A prueba de muerte, no de hembras cabreadas


Querido Quentin:
Te pido perdón por no haber corrido al cine el día que se estrenó "Death Proof"; no sabes cómo lo siento. He tenido la desfachatez de esperar nada menos que cuatro años para verla, a pesar de la insistencia de todo el mundo; y además, lo he hecho gracias a una descarga gratuita de internet y en la pantalla de mi pequeño ordenador, un absoluto sacrilegio. No entiendo cómo he dejado fuera de mi imaginario, de mi conocimiento, ésta tu película, la que ayer vi por fin y la misma que ha ingresado directamente en el catálogo de oro de mis cintas favoritas.

Me siento como la descubridora más importante de todos los tiempos, esa que tan pletórica se tuvo que sentir al percatarse de que se había topado con algo único, mágico. Eso es exactamente lo que sentí al ver una de las más grandes joyas del mundo, irradiando vibrante energía, algo aparte. Se encontraba enterrada dentro de un amasijo de morbo, humor malo, viejas glorias del celuloide e interpretaciones intencionadamente mediocres, escondida, latente. Un tesoro que ya pertenece a los más valiosos de mi memoria. Se trata de un fragmento de tiempo, de un lugar, un momento único que dura unos veinte segundos y que me hace pensar que he encontrado la escena más perfecta y maravillosa en una película. Sé que suena exagerado pero juro que contiene un cúmulo de símbolos y sensaciones reminiscentes que la convierten en la que creo es la escena más increible que he visto. Hablo del fragmento de este peliculón en el que la hija de Sidney Poitier se funde con un maravilloso tema interpretado por los setenteros Smith, "Baby it's you"; potente, sensual y delicado al mismo tiempo, como ella. Lanzando al ambiente con cada golpe de melena un candente aroma compuesto de margaritas y whiskys, ahumante marihuana, salvaje extracto de ébano y rosas. Pura pasión desprendida por cada uno de los mechones que nos atrapan en su oscilación hipnótica y que no nos deja salir del pasmo ante esa incatalogable criatura. Es sencilla, breve y con los únicos, potentísimos y más que suficientes componentes que son la chica y su baile, la máquina de discos, elemento que se debate entre personaje secundario y protagonista de la primera historia, y una increible canción. Es como si, por un corto espacio de tiempo y gracias a la música, todos los espíritus que dejaron su legado de libertad, pasión, rebeldía y amor en el rock durante los 60 y 70 penetraran en ella a modo de posesión divina y la hicieran danzar inmersa en un trance.
La raza, el erotismo, el poder de esa guerrera parda, tan fiera y a la vez quebradiza; el corazón bombeando sangre vigorosamente, el rock. Fundida con la música como si ésta fuera gas frenesí que se cuela por sus poros para despedirlo de nuevo al aire concentrado de ese antro de pueblo tejano, con cada giro de su cuello. Ella es rock y rock es dulce instinto animal.

Si ya adoraba a este director ahora podríamos hablar de idolatría. Tarantino ama la música y el cine, y a mí me hace amarlos aun más todavía; pero él está a otro nivel y es tanto el amor que siente por estos dos pozos de inspiración que no puede evitar reverenciarlos, rodilla en el suelo, cabeza gacha y mano en el corazón, en cada película que hace. Tampoco puede remediar, en consecuencia, fundirlos en cada ocasión que se le presenta. No creo que conciba el rodar una película sin contar con una selecta y sopesada banda sonora. Le imagino escribiendo el guión, visualizando cada momento y situación mientras en su cabeza resuenan los temas que darán sentido y carácter a las historias. Por supuesto, la música no funciona como mero acompañamiento o accesorio de la acción sino que puede ser tan protagonista como Uma Thurman, Samuel L. Jackson, Harvey Keitel o Pam Grier. Van de la mano y eso, junto con otros miles de detalles, convierte las de Tarantino en incatalogables obras de un valor imposible de calcular. Un regalo para la imaginación y el espíritu.

Tiene gracia el hecho de que esta película, promocionada junto a la de Robert Rodríguez, "Planet Terror", como si fueran hermanas, pretendía ser un homenaje al cine de "Serie B". Ese en el que los actores no podían ser peores; no se sabía ya de dónde salía tanta sangre tan espesa y roja; los ridículos sobresaltos provocan la risa y amputaciónes y tías buenas sin dos dedos de frente están a la orden del día. Hay que estar en una liga superior para querer hacer una peli con estas características, extraer los componentes básicos de ese tipo de cine y que el resultado acabe siendo genial.
"Hagamos una peli en la que un chalado psicópata se dedica a cargarse a tías buenas, por supuesto, con su coche", decidió Tarantino tras darle muchas vueltas a eso de hacerle un tributo a la Serie B. ¿Quién carajo es capaz de sacar un peliculón así contando con las siguientes ideas: un especialista de cine retirado que usa su coche, a prueba de muerte, para asesinar chicas alegres y atractivas al sur de Estados Unidos? ¿¿Quién, si no él??
Pero claro, el enfoque es la clave. No se trata del psicópata, sino de las tías. Ellas son claramente el alma de la película. Sí señor, Mr. Tarantino nos ha regalado una peli pero que muy feminista. Aunque lo cierto es que casi siempre se apoyó en personajes femeninos para que hicieran las veces de vengadoras, supervivientes, triunfadoras, etc. en muchas de sus historias. Pero esta vez se ha salido del lienzo.
¿Cómo iban a imaginar "las princesas", como las llamaba el inteligente sherif pero sin sangre en las venas, que el cincuentón desfasado y salido como de la NASCAR que se atiborraba a nachos, iba a ser un despiadado asesino que haría de ellas mil pedazos inconexos y esparcidos por el asfalto? -No pude evitar sentir una punzada instantánea de hambre al ver a un resurgido Kurt Rusell devorando un tazón de nachos bañaditos en queso- Valiente desgraciado, que jugó con el orgullo herido de un "ángel" con el fin de sacarle su extracto más jugoso para, poco después, aplastarla con un gran yunque de hierro motorizado.
Consiguió de ella algo excepcional, sólo tocando las teclas adecuadas y aprovechando
un momento de debilidad. Logró que bailara para él, indigno, desplegando toda su esencia de mujer para alguien que más tarde la mataría. Ese es otro momento básico de la cinta, el baile sexy. Toda ella lo es, sexy, con carne sobre sus huesos, melena en libertad, caótica y espesa, preciosa. La barriga más sensual que he visto en una tía. Y claro, la canción. "Down in Mexico", que nos habla de un honky tonk mejicano en el que una mujer baila de una forma que jamás había visto el narrador y cómo tal, nuestra espontánea se deja poseer por el sentido y el erotismo de la canción; lenta, palpitante, seductora, haciendo de cada voluptuoso milímetro de su cuerpo, vestido sencillamente con una camiseta de algodón y unos cortísimos pantalones, un trampolín a la imaginación más lasciva. Pero su elegancia es infinita, su belleza comedida pero deslumbrante y su media sonrisa escalofriante.

No se ahonda en el personaje del asesino, no interesan sus motivos. Simplemente es una mosca que pulula por la verdadera acción relevante, curioseando, acechando. Se convierte en testigo y oyente de las infinitas y vanales conversaciones de los personajes, rasgo tarantiniano indudable, que nos hacen conocerlos más. Como en el bar donde comienza su acercamiento con "las princesas", observando cómo tres pringados intentaban vacilarle a tres mujeronas preciosas rezumando personalidad y juventud, aunque a la vez imperfectas, vulnerables y maleducadas.
Aunque eso sí, el Especialista Mike es quien provoca aquellos momentos decisivos de la trama, sobre todo en la segunda historia y sin él, no hay película.
Ay amigo, hasta dabas pena cuando esas tres "cabronas" a las que te atreviste a asustar más de la cuenta se volvieron contra tí. En la segunda historia nos dan en toda la cara con una de las persecuciones más trepidantes y alucinantes que se ha hecho en cine. No era la primera vez que Zoe Bell se llevaba algunas tortas por Quentin Tarantino, aunque siempre fue dando la cara por otra persona. Esta vez es ella misma, la gata agazapada al capó de un coche a doscientos por hora. La felina neocelandesa, a pesar de haber notado la muerte pasarle tan cerquita, no duda ni un segundo en darle la vuelta a la tortilla y convertir a las presas en cazadoras. Y cómo se lo pasan esas tres jugando a los coches de choque con piezas míticas motorizadas y viendo cómo el monstruo al volante se convertía en un cachorrito lloriqueante. Sí señor, qué gozada ver a esas tias, con unas agallas tan grandes que no les caben en las bragas, rebelarse contra ese pedazo de bicho misógino, que seguramente padecía serios problemas de erección.

Viva Tarantino y las mujeres que ha elegido como protagonistas, Dianas Cazadoras. Unas vencidas y otras vencedoras pero todas ellas tías excepcionales.
Mujeres a simple vista normales y corrientes, nada fuera de lo común aunque serían capaces de sacarte el corazón con las uñas si haces que se te vuelvan contra. Al menos así lo ve el director, quien por cierto sigue regodeándose en su admiración fetiche por los pies. Hace de las piernas de Jungle Julia un monumento durante toda la primera parte, tan largas y torneadas. El director se da la libertad y el gustazo de hacer mil planos principales con sus piernas, su trasero y el de todas las heroínas. Y por supuesto, no se aguanta las ganas de admirar constantemente los bellos pies de Julia y, más tarde, los de Abernathy (Rosario Dawson). Se le escapa a Quentin incluso un pequeño lametazo a través del Especialista Mike a uno de los dedos de los grandes y morenos pies que Dawson asomaba fuera del coche. Cuánto tuvo que disfrutar con los dedos de Salma Hayek dándole vueltas en la boca y gracias a su colega Rodríguez. Eso es un amigo y lo demás, tontería.

Se nota que te has quedado agusto Tarantino. Has hecho lo que te ha dado la gana, nos has dado coches, especialistas de cine y mundillo de Hollywood en general; te has puesto las botas con todos esos culos, pies de uñas cereza y kilométricas piernas; has puesto la música que has querido, como cuando uno impone la ley en su propio coche, "yo conduzco, yo pongo la música", y lo has seguido estrictamente al pie de la letra, tus coches y tu música. Le has dado un papel protagonista a esa especialista que tantas hostias se habrá llevado por tí, cosa que seguro le habrá hecho inmensamente feliz. Has recuperado a Kurt Rusell y le has convertido en un viejo con cierto atractivo pero muy chalado. Le has dado un papelito a la novia de tu amigo, aunque sólo para cargártela. Y claro, cómo no, has tenido un cameo como borrachuzo rodeado de mujeres en tu propia peli. En definitiva, has estado como en tu casa, no te has privado de nada, has hecho con esta película lo que te ha salido de las narices, ¿qué más quieres?
Ah! Claro, y encima nos ha encantado.

Y ya, por curiosidad, ¿qué pasó con la animadora?

-Death Proof. Quentin Tarantino-

2 comentarios:

  1. busca la traducciòn de flipada en inglés porque asi me has dejado leyendo esto, no se si la vere o no y si la veo, si me gustara o o no pero pedazo de entrada que has hecho.
    besazos guapa!!!!

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  2. Muchas gracias!!! Y se diría "smashed" o eso creo. Mil besos!!

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