Cine, cuna de soñadores

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sábado, 22 de enero de 2011

Los ojos que no gritaron el secreto


Auténtica, inteligente y madura. Ésta es una de esas películas que, sin darte cuenta, se te mete en la cabeza y mientras van pasando los días surgen nuevos detalles que recordar y admirar. Una de esas películas sostenida por una buena historia y, además, bien contada, llena de intriga, expectación, ternura, inteligencia e incluso humor.
Me doy cuenta de que cada vez es más difícil encontrarnos con una joya de este calibre. De ahí, supongo, todas las nominaciones y premios que muy merecidamente ha recibido, entre todos ellos, el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Desde luego, no me extraña en absoluto.
La trama es brillante, ágil y meditada, perfectamente estructurada y, además, interesante y adictiva. Pero hay que decir que sin el peso de sus protagonistas, absolutamente magníficos cada uno de ellos, no hubiera sido ni de lejos este diamante minuciosamente pulido por el artesano Campanella. Se respira calidad: en la trama, la manera de contarla, en los personajes y el montaje.
Descubrimos lo bello de esta mezcolanza compuesta por la tragedia de un asesinato, de un montón de vidas truncadas a causa de ello, y la presencia latente y silenciosa de un profundo amor casi echado a perder. Puede que suene al típico thriller policíaco, violento y con novela rosa de fondo pero "El secreto de sus ojos" es muchísimo más. Es una novela negra sostenida por el amor. El de Irene y Benjamín, el del viudo, quien ve su juventud y la belleza de un amor puro arrancados de cuajo; el de Sandoval por su mejor amigo, Benjamín,y por su querida botella, su gran pasión. "Uno puede hacer cualquier cosa para ser distinto; pero hay algo que no se puede cambiar y es de pasión", dijo Sandoval muy acertadamente en un punto de la trama. Él quiso parecer un pobre diablo pero no pudo ocultar su pasión, prefirió confesar que le encantaba emborracharse en ese antro y partirse la cara con cualquiera si hacía falta. Admitió que le apasionaba.
La guinda del pastel que es esta cinta la ponen los inteligentísimos y absurdos golpes de humor que surgen gracias al personaje de Guillermo Francella, un alcohólico empedernido aunque optimista, astuto e ingenioso.
Un rol agridulce que nos conmoverá y a la vez nos provocará auténticas carcajadas. Creo que este actor se merece una mención muy especial ya que, sin duda, me parece que sin él, a esta película le hubiera faltado una parte esencial, se hubiera quedado coja. Para mí, aunque su representación es secundaria, le añade a la historia la personalidad, la esencia y el carácter sorprendente y enternecedor. Me fascina cómo consigue alejarse del patetismo de ser un adicto al alcohol, de las situaciones que vive al tener que ser rescatado del bar, gracias a su ingenio y elocuencia, negándose por completo a renunciar a su dignidad. Además, siento repetir que consiguió arrancarme la carcajada más de una vez. Simplemente genial.

Ella, Irene, es una "mujer diez", fuerte, inteligente, trabajadora, sensible y valiente. Así que no me cabe en la cabeza por qué no tomó las riendas de su historia con Benjamín. En ella nos pintan a Espósito como el culpable del desperdicio de ese amor tan grande que se tenían el uno al otro. Pero tengo que decir (y si no, reviento) que tan culpable es ella como él. ¿Pánfilo? ¿Y qué eres tú? Una cobarde a la que paralizaba el miedo a quedarse sola, a dejar a ese novio al que ni siquiera quería y tener el valor de intentarlo con Benjamín. Cobarde y egoísta porque no se puede permanecer al lado de alguien al que no amas porque también dicha persona perderá su valioso tiempo viviendo de las crueles migajas de una vida falsa y mediocre. Cobarde porque prefirió estar mal acompañada que sola.
Él, Benjamín, hombre inteligente, tierno, huidizo, sincero pero asustado, implicado, bueno. El miedo le podía a sus inmensas ganas de aquella mujer; inexplicable.
Ambos fueron unos absolutos corbades y pusilánimes, unos pánfilos. Adivinando lo que sentían el uno por el otro, no eran capaces de decidirse a ser felices. Qué desperdicio.

Esta cinta habla por los codos, indaga en la condición humana y rezuma personalidad. Nos habla de hombres buenos que se enamoran de mujeres buenas, que las admiran y adoran, las colocan en un pedestal aunque tan alto que las creen inaccesibles. Estos personajes son decentes, listos, cuerdos y librepensadores. Y también nos dibujan el retrato de un monstruo, aquel que profanó el sagrado templo del cuerpo y la persona de aquella mujer buena. La rompió por fuera y por dentro, a golpes, a la fuerza, humillándola y dejándola a la altura de la nada. Esa bestia se atrevió a saquear y destruir la integridad física y moral de una mujer llena de luz. En la cinta, Liliana aparece rodeada por un manto de luz blanca, casi como una santa, dulce, cándida y hermosa, quien le había entregado el grandísimo regalo de su amor y su tiempo a un hombre mundanal, ningún hércules, sin condiciones, sólo porque fue digno de ella. Ni siquiera él podía creer que simplemente lo quisiera, así, sin más, por el simple hecho de ser como era, de ser él. Así hablaba el viudo de Liliana, como si fuera un ángel caido del cielo, la criatura más hermosa y buena de la tierra, su reina de los mares. Aquella misma que sería despedazada por una bestia oscura y destructiva, en un acto tan sobrecogedor, horrible, vergonzoso y cobarde como es una violación. Me sorprendió encontrar el acto de violar definido como "tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad o cuando se halla privado de sentido o discernimiento" y "profanar un lugar sagrado, ejecutando en él ciertos actos determinados por el derecho canónico". Al final, yo sólo entiendo que es profanar el sagrado cuerpo y voluntad de una mujer, actos dignos de un monstruo.

Una vida llena de nada. Esa es la conexión entre todos los personajes, además del asesinato en sí, las vidas personales de los protagonistas tienen eso en común; los recuerdos agarrados, fundidos irremedialemente a sus personas, sin dejarlos seguir adelante aunque lo intentaran, como un ancla que los deja paralizados en medio del mar. Suspendidos en un limbo hecho escaparate en el que sólo observan la vida pasar por culpa de un lastre que les dejó llenos de nada. Porque la cabeza nunca para, de pensar, de torturarnos. ¿Qué hubiera pasado si...? Ahora sería diferente, sería como yo quiero que sea; debería haberlo hecho, debería haberlo intentado. A eso se refería el viudo con tener mil pasados y ningún futuro. Pensamientos que son capaces de volvernos locos y colmarnos de amargura.
Benjamín no podía parar de pensar; en Liliana, en Irene, en Sandoval y en el monstruo. El viudo sabía perfectamente lo que era estar no muerto, pero vivo tampoco y no quiso que Benjamín dedicara su vida a algo que le llevaría a nada, a desperdiciar su vida, más todavía. Quiso impedir que siguiera buscando.

"El secreto de sus ojos" es, además, una película genuinamente argentina. En realidad, la obra inspiradora lo es, "La pregunta de sus ojos", de Eduardo Sacheri. Tenemos en todo este amasijo de ingredientes una de las marcas más auténticas que podían decir a voces quién es Argentina: la fiebre del fútbol. Incluye una de las escenas más alucinantes que he tenido el placer de ver en una película. Una persecución trepidante y angustiosa, y a la vez, asombrosa cuando casi podemos ver al "pelusa" Maradona atropellando a nuestro asesino en mitad de un partido de la selección. Tremenda escena.

También encontramos el componente amargo, ya que vamos a considerar esta obra como una gran receta casera. La despedida en la estación de tren. Puede resultar típica pero nunca falla. El momento del adiós, la sensación de desarraigo, de que se está perdiendo la vida, de la pérdida. El contexto es perfecto, una clásica estación de tren en la que alguién se va y otro alguien se queda tras el momento más íntimo que llegan a tener esos individuos. El momento más emocionante y también el más triste. ¿Por qué no se tiró del tren? O puestos a ser algo menos drásticos, ¿por qué no se bajó en la siguiente estación y tomó un tren de vuelta? ¿Por qué tanto miedo? ¿A qué?
Qué lástima.

El final es digno de una clásica novela negra: rotundo, estremecedor, definitivo, que lo resuelve todo, que pone paz por fin a esta complicada trama pero que, a la vez, nos hace temer la naturaleza humana. Hasta la persona más buena de corazón puede envenenarse a sí mismo, desarrollar su lado más inhumano a causa de su propia bondad, del amor que sentía por esa mujer y el daño que le hicieron al arrancársela de cuajo. Y debido también a su incapacidad de perdonar, de olvidar o simplemente a la ausencia de instinto de supervivencia; se rindió al rencor, al deseo de venganza y decidió dedicar su vida entera, un regalo que debemos agradecer viviendo, a hacer pagar a otra persona el daño que un día provocó. Quizá hizo un favor a otras personas quitando de la circulación a ese poderoso peligro, pero también pudo que impidiera que el destino mismo siguiera su curso natural.
"Pídale que aunque sea me hable" imploró la criatura oscura inmerso en una cansada desesperación. Eso no era una cadena perpetua personal, era tortura. El hombre bueno se convirtió en un monstruo y el monstruo sacó su lado más humano.
En cualquier caso, todos estos personajes terminaron siendo personas que permanecieron atrapados en un estado de sitio emocional aun teniendo millones de oportunidades para jugar sus cartas en la vida, un limbo por voluntad propia. La cabeza no para, los recuerdos, los pesares, creer que miras adelante y lo que en realidad haces es intentar no ver la realidad, el lienzo completo, con las cosas que nos agradan y las que no. Eso no es mirar hacia delante, es un velo opaco ante los ojos. Hay que resolver los conflictos para continuar, si se quedan a medias no nos dejan nunca, mucho más si son grietas tan profundas como las de nuestra película.

Hay un detalle que me enamoró y del que no me dí cuenta la primera vez que vi esta obra. Se despertó Benjamín súbitamente en mitad de la noche y se apresuró a escribir unos caracteres en un trozo de papel. Se podía leer: TEMO. Al final de la historia, después de que Irene lo leyera y le preguntara qué temía, él añadió una letra más a esa composición tan maravillosa. TE AMO, fue el resultado.
La máquina de escribir que desahució y que, más tarde, recuperó ilusionado, no tenía la "a"; era lo que le faltaba, su imperfección, por eso nadie quería usarla, no servía, esteba incompleta. Era como si a él también le faltara algo para tenerlo totalmente claro y arriesgarse de una vez. Le faltaba la "a", carajo. Y después de todas las dudas, los miedos, las inseguridades, los años perdidos, sólo hicieron falta unas pocas palabras para solucionarlo de una vez.
Un broche de oro: la ansiada resolución del misterio y de la suspendida historia de amor. Mejor dicho, un portazo de oro.

-El secreto de sus ojos. Juan José Campanella-

3 comentarios:

  1. Sencillamente genial!
    Una joya es la película y una joya eres tú! Enhorabuena por esta entrada tan brillante!
    Y gracias por hacernos disfrutar con tus comentarios de cine.
    Espero ya impaciente tu próxima entrada.

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  2. Gracias!! La próxima:"Olvídate de mí", un tesoro de peli, ve buscándola para verla!

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  3. (Spoilers) En la película me reía cada vez que hacían alusión a la máquina de escribir y a la letra "A" que no andaba! Cuando al final cambió la palabra "Temo" por "Te amo"; pensé "Je... Al final funcionó la A". Me pareció genial. Y estuvo bueno que nombres ese detalle n.n

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